HELLMUTH GROLLMUS: MARTÍR DE LA LIBERTAD

Autor: Italo Omegna / Categoría: Columna de Opinión 

Imagen 1: El Crimen

Helmuth y su hijo Christian estaban descansando al caer la noche. Faltaban unas semanas para la llegada de la primavera y la propiedad Grollmus estaba acostumbrada a recibir turistas que venían a conocer el histórico molino construido por el abuelo de Helmuth en 1916, el cual aún se mantenía en perfecto funcionamiento. En aquella época, el molino abastecía de electricidad a todo el pueblo de Contulmo, y no era hasta el ocaso, cuando el anciano se iba a dormir, que se apagaba la maquinaria y dejaba a todos los ciudadanos sin luz. “Siempre tuvo una muy buena relación con los vecinos —recordaba Helmuth con nostalgia a sus 85 años—, todos se ayudaban, estaba la familia de la farmacia, los del puerto… Todos tenían su rol”.

Pero la noche fue interrumpida cuando de pronto, un grupo de 20 encapuchados vestidos con ponchos de color café y armados con escopetas, pistolas y armamento de alto calibre, irrumpieron en la propiedad disparando contra la casa patrimonial e incendiando el molino junto a las bodegas aledañas. Al oír los gritos y los disparos, Christian, invadido por una adrenalina que le hizo olvidarse de sus 55 años, corrió hacia la casa, agarró a su padre quien caminaba con el apoyo de su bastón, tomó las escopetas que tenían y lo llevó al lugar seguro que tenían previsto: lejos de las ventanas, entre la cocina y la galería. Y comenzaron a disparar. Helmuth alcanzó a llamar a su esposa, y ella, que estaba en Concepción, llamó llorando a su hijo que vivía en Santiago.

En la propiedad también se encontraba Carlos, primo de Helmuth, quien charlaba por teléfono con su pareja mientras alimentaba a los gatos cuando escuchó los disparos. Cuando salió para ver lo que sucedía, fue capturado por los invasores quienes lo tomaron como escudo humano. “Camina, gringo CTM”, le gritaban para posteriormente dispararle en su pierna derecha, golpearlo de forma salvaje en la cabeza y dejarlo a merced del fuego. Durante la golpiza, Cahuiri, el pequeño Fox Terrier de la familia, salió en su defensa, pero no pudo hacer nada ante la violenta patada de uno de los encapuchados, quien no titubeo en perforar el cráneo del animal con una de sus balas.

Helmuth escuchó las balas penetrar las paredes de la casa que había atestiguado cada momento de su infancia. “¡Los vamos a quemar!”, gritaban los encapuchados. Pero eso no le importó, cada vidrio roto y cada tablón en llamas resonaba como un doloroso crujido en sus recuerdos que preservaban el legado de sus padres. Su pena solo se veía interrumpida por los quejidos de su primo de 79 años cuyo cuerpo reposaba machacado a metros del fuego. De pronto, su hijo lo miró a los ojos y entonces, sin decirlo, entendió que se quedaron sin munición. En ese instante, el último disparo se sintió como un fuerte relámpago que se alejó rebotando entre las montañas venideras, trayendo devuelta consigo un silencio que descubrió la inesperada retirada de los terroristas. En la retirada se encontraron con dos cuidadores de la propiedad: a uno rápidamente lo amarraron a un árbol; y al otro le dispararon a 3 metros de distancia, incrustándole en el cuerpo 16 perdigones y volándole uno de sus globos oculares.

Christian, tras esperar unos minutos para asegurarse de la ausencia de los encapuchados, salió corriendo en dirección al molino para prestarle ayudar a su tío Carlos, alejándolo de las llamas y realizándole un torniquete en su pierna para frenar la hemorragia. Todo esto a vista del pequeño Cahuiri que yacía mutilado en los pastizales de la propiedad.

Imagen 2: Víctimas del Terrorismo

Tras el atentado realizado el 29 de octubre del 2022 por parte de la agrupación terrorista de ultraizquierda, Resistencia Mapuche Lafkenche, Carlos Grollmus perdió su pierna, Cristian Cid, de 48 años, perdió su ojo, y don Helmuth Grollmus falleció el pasado viernes 28 de abril de 2023. Su familia señaló que nunca se pudo recuperar tanto mental como físicamente del atentado que sufrió junto a su primo. Incluso, señalaron que había perdido el sentido de la vida desde entonces.

Gabriel Boric, pese a reconocer que se trataba de un atentado terrorista, decidió no invocar la ley de Seguridad del Estado.

Imagen 3: Los Otros Usos del Fuego

Mientras que los políticos discuten desde sus voluptuosas residencias y bastas comodidades, los habitantes del sur de Chile se acuestan con el terror de que uno de ellos podría ser el próximo. Como si no fuera suficiente, la casta política impulsa políticas de desarme a los ciudadanos con sus armas debidamente inscritas —como era el caso de don Helmuth—. ¿Qué había pasado si la familia Grollmus no hubiese tenido armas para defenderse? ¿Qué consecuencias habría tenido que asumir la clase política? Para ambas preguntas tenemos respuestas en este caso: 1-.Habrían sido brutalmente asesinados; y 2-. las mismas que han asumido hasta ahora: ninguna.

Imagen 4: Impunidad

Los culpables no han sido encontrados y —aunque así fuese—, las querellas son por incendio, homicidio frustrado, porte ilegal de armas y maltrato animal. Es decir, las mismas con las cuales hoy cientos de delincuentes se encuentran libres en las calles.

El poder judicial está corrupto y el gobierno vela por el interés de los criminales. ¿Qué legitimidad guarda el Estado frente al ciudadano común? ¿Qué podemos hacer los ciudadanos? Debemos educar en el uso y tenencia de armas responsable. Tenemos que entender que la vulneración de los derechos de mi vecino es de mi total incumbencia, porque el día de mañana yo podría ser el próximo. También debemos defender el secreto bancario y promover la rebelión fiscal, y, finalmente: Marchar, marchar y marchar.

La casta política es el problema y vivimos en tiempos donde no se notan los matices entre el Estado y una banda criminal corriente. La sangre del Grollmus y muchos otros está en sus manos. No dejemos que nos sigan matando.

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